La
comarca es
la extensión
de territorio
que permitía
a los
agricultores
ir
a vender
al
mercado.
Andando
o
en
carro
no se
podía
llegar
más lejos.
Las
compras
y
ventas
se
limitaban
a este
espacio
porque,
con
estos medios de transporte,
no se
podían
hacer
desplazamientos
mayores.
En
la actualidad, los medios de transporte permiten que las mercancías
lleguen con facilidad a todas partes y que la información se mueva
de forma instantánea por todo el planeta. Esto permite que les
mercancías sean transportadas a cualquier lugar, que los turistas
vayan a todas partes y que los capitales circulen instantáneamente
de una punta a otra del globo terráqueo.
De
nada servirá que dirigentes como Trump, con todo su poder, quieran
proteger los productos de su país ni que, desde la izquierda, se
hagan manifestaciones contra la globalización: la globalización es
inevitable.
Ir
contra la globalización es como luchar contra la fuerza de la
gravedad: inútil, de la misma forma que lo fueron los esfuerzos de
los ludditas, quemando maquinaria para evitar la industrialización.
La
globalización es inevitable. Entonces,viva la globalización!
Pero
debemos luchar contra los efectos negativos de esta globalización,
que está permitiendo un capitalismo salvaje, y tenemos que saber
aprovechar las ventajas que la globalización nos puede aportar.
El
capital se está sirviendo de la globalización para obtener más
beneficios, aprovechando las diferentes legislaciones fiscales de los
países, trasladando las sedes sociales y las ventas a los países
con menores impuestos, aprovechando para producir en los países con
mano de obra más barata para vender en países con un mayor poder
adquisitivo.
Estos
comportamientos salvajes, sin ningún control, son compatibles con
las legislaciones de cada uno de los países en los que intervienen.
Es decir que, a pesar de que sean unos comportamientos perjudiciales
para el bien común, están dentro de la legalidad.
Para
evitar que se obtengan más beneficios en perjuicio del bien común,
seria necesaria una regulación internacional, unes leyes
internacionales que controlasen las transacciones internacionales.
Puede parecer imposible en estos momentos plantear un gobierno
mundial pero la tendencia siempre ha sido que el ámbito de la
regulación ha seguido el ámbito geográfico de las transacciones:
ciudades, comarcas, estados ... y ahora el mundo. Se tardará más
tiempo o menos, pero cada vez habrá más regulaciones
internacionales porque, entre otras razones, nos jugamos el planeta.
De
nada
sirve competir
a nivel de países,
azuzar
el
nacionalismo...
Es
preciso que,
aprovechando
la
facilidad
de las
comunicaciones
actuales,
se
vuelva a hablar de
internacionalismo,
tenemos
que buscar soluciones
globales
que permitan
legislar en temas
cruciales
como
la
evasión
fiscal, normativas
medioambientales...
problemas
que ya
no son
de los
estados
sino
que son
globales.
Todo
esto, que ahora parece difícil, es muy fácil de comprender si se ve
la tierra con una mirada de astronauta (no la del ministro). Con esta
perspectiva se ve que la tierra es una nave única en la que todos
nosotros viajamos y en la que tenemos que colaborar para convivir y
es del todo incomprensible que, para conseguir beneficios
particulares, se nos perjudique a todos.
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